Llamados a ser Diferentes (6ta Parte)
"El Principio del Buen Discípulo: Viviendo en Obediencia y Perseverancia"
Pastor Obel Troconis
Junio 2015
Continuamos con la serie de prédicas que hemos titulado "Llamados a ser diferentes", en esta ocasión estaremos desarrollando el quinto y último discurso del Sermón de la Llanura, al que he puesto por título: "El Principio Del Buen Discípulo: Viviendo En Obediencia Y Perseverancia".
Acompáñenme en la lectura de Lucas, capitulo 6, verso 40, y luego en versos 46 al 49.
40El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
46¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Como dijimos antes, para entender plenamente lo que Dios quiere expresarnos por medio de esta narrativa, tenemos que tomar en cuenta la forma de enseñanza usada por los rabinos en los tiempos de Jesús, y que el Señor utiliza de manera brillante, demostrando así que su sabiduría es superior a la de los sabios de Israel. Esta forma de discurso, conocido como jaráz, sigue un razonamiento lógico, en el cual, por lo general, se interpreta el argumento a la inversa, de atrás hacia adelante, o se enfatiza el aspecto negativo o contrario de lo que se dice.
Si partimos de la idea plasmada en los versículo 47 al 49, y trabajamos el razonamiento hacia arriba, notamos que lo que Dios quiere resaltar en este discurso son dos conceptos clave en la vida cristiana, tres condiciones sine qua non, o sin las cuales no puede alguien considerarse cristiano: paciencia, perseverancia y obediencia.
Dichos conceptos se nos enseñan aquí a partir de dos cualidades inherentes a la persona del Mesías:
La 1ra es la de ser "Señor" en el sentido de "Maestro", y a quien le debemos, por tanto, respeto y honra; y quien tiene, además, autoridad para enseñarnos. Esto es lo que en inglés sería equivalente a "Señor" como "Sir" (v. 40);
Y la 2da cualidad de la persona del Mesías; la de "Señor" en el sentido de "Señor de Señores", "Amo", "Soberano" y "Dueño", y a quien le debemos, en consecuencia, total obediencia como siervos suyos que somos. Además de autoridad, en este se sentido se incluye también la noción de "propiedad". Esto es, lo que en inglés sería equivalente a "Señor" como "Lord" o "Master"; que es la idea que se transmite en los vv. 46 al 49.
Con esto en mente, analicemos el v. 40, el que trata con la cualidad de "Maestro" de nuestro Mesías:
40el discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado [esto es, plenamente instruido], será como su maestro.
Aquí tenemos una doble advertencia, por un lado, se nos enseña que un maestro no puede guiar a sus alumnos más allá de donde él haya llegado. Nadie puede enseñar lo que no sabe, y el límite que sus alumnos, van a poder alcanzar, es aquel que él mismo tiene. Nunca tal maestro podrá exigirles más que eso, hacerlo sería deshonesto y anti ético. Esto es algo que todo el que se considera a sí mismo maestro debe tomar en cuenta antes de asumir la responsabilidad de enseñar. Esto es así, tanto en el ámbito secular como en el cristiano.
La otra advertencia es para los discípulos; un creyente no debería aceptar maestros inadecuados o mal preparados, ya que como alumno, va a estar restringido por las limitaciones de su maestro. Todo buen discípulo va a tender a emular siempre a quien le enseña, es por ello que debemos preocuparnos por buscar los mejores maestros. Son éstos los que, junto a la asistencia del Espíritu Santo, nos pueden guiar, para a llegar más lejos en nuestro ministerio.
Ahora bien, ¿qué significa ser discípulo?
Respondamos esta pregunta partiendo de su definición: "discípulo" proviene de una raíz latina que significa "aprender", pero aprender bajo la guianza de alguien, de quien no sólo se adquiere información, sino también formación, en lo que respecta a la manera en que debemos conducirnos moralmente en la vida. En tal sentido, el buen discípulo debe ocuparse de imitar al buen maestro. Ser discípulo equivale entonces a aprender por observación constante y por imitación.
Es esta idea justamente a la que alude el término griego que se traduce en este pasaje como "discípulo": μαθητής mathetes (3101). El término griego alude a aquel que sigue algo o sigue a alguien por medio de la observación cuidadosa, y de cuyo proceso adquiere conocimiento. Se deriva del término "μαθέω", de donde proviene nuestra palabra "matemática", y que hacía referencia, en el mundo griego antiguo, a aquella actividad en la que se aprende por medio de la observación y la abstracción (esto es, la conceptualización).
Es de aquí que μαθητής, también puede traducirse como "seguidor", aquel que sigue y observa cuidadosamente para aprender. Un cristiano es un seguidor, un discípulo de Jesucristo; de quien aprende no la pura teoría, sino también la práctica, el estilo y la forma de vivir, de pensar, de sentir, y de actuar; y a hacerlo por imitación.
Jesús es en todos los aspectos nuestro verdadero Maestro, aquel a quien debemos seguir e imitar tanto en su doctrina (en lo que respecta al Padre, al Espíritu y a Él mismo, en cuanto a su persona y obra), como en su conducta (ante todas las circunstancias que Jesús experimentó). Como cristianos no podemos afirmar hacer lo uno, sin cumplir lo otro, o viceversa. No se puede ser discípulo de Jesús si sólo tenemos la teoría (la doctrina que el enseñó), pero no se imita la conducta que el mostró.
Jesús como nuestro Maestro, es la autoridad suprema en todos los aspectos de nuestra vida, de fe y de conducta. A Él debemos imitar en todo. Y es de aquí de donde se deriva nuestra autoridad de cara a la iglesia, al mundo, y al diablo y a sus demonios.
Debemos, como cristianos maduros, ser también ejemplo para otros, en especial para los que están comenzando el proceso de discipulado. Es en este sentido que nosotros también somos maestros. Eso sí, maestros en un constante proceso de entrenamiento; de perfeccionamiento.
Es así como en términos bíblicos un discípulo puede concebirse también como un "maestro en entrenamiento". Y de acá se desprende otro principio importante y necesario dentro de la iglesia: el principio de igualdad dentro de la diferencia y la diversidad.
No todo creyente está llamado a ser maestro en lo que se refiere a la teoría (a la doctrina), pero en cuanto a la práctica (a la conducta), todos estamos llamados a ser Cristo céntricos; y en este sentido, todos somos iguales. Todos estamos llamados a ser diferentes a los del mundo. Podemos tener diferente "vocación", diferente "ministerio", pero todos gozamos del mismo estatus en la iglesia: el de ser servidores y santos, amándonos los unos a los otros como Él nos amó, dando su vida por nosotros. Esta es la norma que regula las relaciones entre los hermanos de una iglesia, si es que en verdad han sido perfeccionados.
Pero de discípulo se deriva también la palabra "disciplina", que no es otra cosa que obligarse diligentemente o "disciplinarse" a ser plenamente instruido, y esto es lo que el término "ser perfeccionado" también significa en la Biblia.
Mas todo el que fuere perfeccionado [esto es, todo aquel que fuere plenamente instruido o equipado], será como su maestro.
Para ser "perfeccionados", para ser plenamente instruidos o plenamente equipados, se requiere disciplina, paciencia, y sobre todo, perseverancia. De esto, tenemos ejemplo en nuestro Buen Maestro, en Jesús, quien, como Buen Hijo, acepto ser "perfeccionado" por el Padre:
7Y Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue escuchado a causa de su temor reverente. 8Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen... Hebreos 5:7-9
Cristo no vino a este mundo ya perfeccionado, eso lo llevó a cabo el Padre aquí en la tierra. Y ¿cómo fue perfeccionado Cristo? La Biblia lo dice:
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten [esto es, convenía a Dios Padre], que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Hebreos 2:10
¿Qué opinan de esto los de la falsa doctrina de la súper fe y la confesión positiva? No que "yo confieso", y "yo declaro", o "yo decreto inoperante" etc. etc. Si Dios perfeccionó de esta manera a su hijo Jesucristo, ¿Creen ustedes que sus discípulos serán perfeccionados de forma diferente, de forma más chévere? No hermanos. Es aquí donde se aplica esa parte del pasaje que dice: el discípulo no es superior a su maestro. Más todo aquel que fuere perfeccionado, será como su maestro.
Amados hermanos, Dios está en su derecho de instruirnos y equiparnos plenamente, de la manera que Él mejor crea conveniente, en virtud de su sabiduría, soberanía y omnisciencia.
Y como añade este el mismo discurso narrado por Mateo:
....Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? Mt 10: 25b
En el Evangelio de Juan, el Señor también nos lo recuerda de la siguiente manera:
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Jn 15:20
Perfeccionar equivale aquí a "instruir en todo", tanto en la experiencia práctica de la vida, como también en el conocimiento doctrinal de la fe cristiana, tal y como lo dice el siguiente pasaje:
1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno... Heb 6:1-2
Esto lo podemos entender mejor, leyendo los versículos que le preceden:
12Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de la palabra de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.13Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Heb 5:12-14
Una vez que hayamos sido perfeccionados por medio de las aflicciones como también lo fue Jesús, mostrando en todas estas cosas paciencia, perseverancia, y obediencia, entonces podremos llegar a ser semejantes a Él como maestros. El nos enseña por las buenas, y también por las no tan buenas. El apóstol Pablo lleva esto hasta sus últimas consecuencias cuando dice:
… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte… Flp 3:10
Hermanos, quien no enseñe lo que Jesús nos enseñó, tanto de palabra como en hechos, debe ser rechazado. Esa enseñanza que predican por allí los apóstatas, de que como cristianos todo es color de rosa; que todo es prosperidad, yates, carros lujosos y cero enfermedades, debe ser rechazada de forma vehemente y contundente. Jesús ni enseñó eso, ni vivió de esa forma; todo lo contrario; la Biblia dice:
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas... 1Pe 2:21
Pasemos ahora a analizar los vv. 46 y los que le siguen. Acá se trata la cualidad de "Señor" de nuestro Mesías, en el sentido de "Señor de señores", "amo", "soberano" y "dueño de nuestras vidas", en virtud de lo cual le debemos total obediencia:
46¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Jesús no sólo es nuestro Maestro, Él es también nuestro Señor. Según el DRAE, "señor" significa: aquel que es dueño de algo; que tiene dominio y propiedad en ello. De allí que en latín "señor" se diga "dominus": dueño de la casa, (con todo lo que hay dentro, tanto personas como objetos), y que por lo tanto, ejerce toda autoridad y dominio sobre ella. Y esto mismo es lo que expresa el término griego para "señor": kýrios.
En lo que respecta a Dios como "Señor", la casa es todo el universo. Y Él ejerce absoluta autoridad y dominio sobre éste; Él lo gobierna; y todo está sujeto a Él. Él es soberano sobre todo, y dispone de ello como quiere.
¿Qué significa entonces que al referirnos a Jesús, le llamemos "Señor"?
Significa que lo estamos reconociendo a Él como nuestro dueño, como el amo, gobernador y soberano de nuestras vidas. Estamos diciendo que entendemos y aceptamos que somos sus siervos; en griego, sus dúlos, esto es, sus esclavos. Este es el término con el que se presentaban los apóstoles ante los demás, y que los hacía sentir honrados.
Pablo entendía el gran honor que significaba ser cristiano en este sentido, ya que en tres de sus cartas (Romanos, Filipenses, Tito), comienza identificándose como dúlos del Señor, esto es, esclavo del Señor, esclavo de Jesucristo. Lo mismo hicieron Pedro, Santiago y Judas.
Notemos que ninguno de ellos se identifica como “hijo del rey” o cualquier otro título que expresase altivez o arrogancia, como sí lo hacen muchos de estos apóstatas del falso ministerio apostólico-profético. Ellos entendían que como testigos fieles de Jesús, su fin era mostrar el carácter de siervo que su Señor mostró y enseñó. Como dice la Escritura:
… porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como doulos (como esclavos) vuestros por amor de Jesús. 2Co 4:5
Si decimos "Jesús es mi Señor", estamos reconociendo que somos sus esclavos; y saben cuál es la definición griega de esclavo, y recuerden que el N.T. está escrito en griego; esclavo es aquel que no se pertenece a sí mismo sino a otro; o dicho de otra manera, aquel que no hace nunca su voluntad sino la de otro; aquél que no vive para sí mismo sino para otro. Es curioso que Pablo utilice casi los mismos términos cuando dice:
… y [Jesús] murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2Co 5:15
Y veamos lo que Jesús, nuestro Maestro, dijo:
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Jn 6:38
Al llamar a Jesús "Señor" reconocemos que estamos obligados a obedecerle; hacer todo lo que nos dice. No es suficiente una mera "confesión emocional" de su señorío. El verdadero amor y la verdadera fe en el Señor, se muestra por medio de la obediencia. No le amamos en realidad, y no creemos de verdad si no hacemos lo que Él dice. La obediencia es algo que se muestra con hechos, no con meras palabras. En Santiago 1:22 se nos dice:
Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Hay personas que siguen haciendo lo que ya Pablo le decía a Tito en su carta:
… profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan. Tit 1:16
El Señor concluye este discurso, haciendo uso de un mashal, esto es, ilustrando la enseñanza por medio de una parábola, en la que describe el fin del creyente obediente y del desobediente. Veamos:
47Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. 48Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
El Señor quiere que seamos hacedores, y no solo oidores de su Palabra. Así de sencillo.
La "casa" es nuestra vida, la "inundación del rio impetuoso" son las tormentas que enfrentamos en nuestro andar diario; la "roca" es Cristo, el "fundamento" es nuestra fe (nuestra confianza), la "arena" es nuestra propia prudencia, nuestra lógica humana, y el "cavar hondo" es nuestro interés y esfuerzo por obedecer.
El que oyó y no hace es aquel que quiere evitar el esfuerzo que implica tener paciencia, perseverancia y obediencia; es el cristiano light, que se esfuerza lo menos posible; el que es cómodo, que no le gusta pagar el precio, ni hacer sacrificios, ni mucho menos salir de su círculo de confort. O como ya lo he predicado antes, el que no ve en la fe cristiana un verdadero tesoro, ni una perla de gran precio por lo que vale la pena dejarlo todo para obtenerlo. Son aquellos que ven la fe cristiana como una mera extensión de su vida secular, sólo que la barnizan de "espiritualidad", para así calmar su conciencia religiosa.
Hermanos; eso no es más que religiosidad, solo que sin imágenes, ni estatuas. No buscan echar a un lado la arena y cavar hondo, con disciplina, paciencia y perseverancia, mostrando obediencia, hasta encontrar la roca sobre la cual asentar sus bases. Son aquellos que se conforman con lo mínimo, con lo más básico, con lo que hace y dice la mayoría. Se conforman, lamentablemente, con la pura experiencia emocional; sin buscar la profundidad, la reflexión, los principios, aquello que sirve para dirigir nuestras vidas en cualquier circunstancia; es decir; no les gusta escudriñar, y prefieren escudarse en eso de que "la letra mata"; y conformarse con los comentarios de otros, o las prédicas de otros. En conclusión; son los inmediatistas que se satisfacen con el aquí (con lo que ofrece este mundo), y con el "ahora" (con una visión a corto plazo, con las ofertas del momento, que impiden que la luz de la eternidad les ilumine el camino a seguir).
El camino más duro, aquel que demanda mayor esfuerzo y trabajo. Ese que la Biblia llama el camino angosto, es el que a menudo termina siendo el mejor y el más satisfactorio. Y no olvidemos nunca esto:
...que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Rm 8:18
Si en verdad entendemos esto, no habrá adversidad en este mundo, no habrá tormenta o río impetuoso que golpee nuestra vida, que nos derrumbe.
La enseñanza de esta parábola es clara: “obedéceme,” dice el Señor, “y podrás resistir la tempestad; "desatiende mis palabras", “y te buscarás el desastre”.
Hermano, amigo o amiga, la desobediencia acarrea desastre; pero la obediencia a Dios trae siempre bendición.
Dios les bendiga
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